L’ELISIR D’AMORE: UN TRISTÁN E ISOLDA DE SALÓN
Siempre es una buena noticia que los Amics de l’Òpera de Sabadell lleven a escena L’elisir d’amore. Esta obra maestra cómica de Gaetano Donizetti supone una bocanada de aire fresco reconfortante en medio de un deprimente paisaje presidido por la sombra negra de esta maldita crisis que unos han creado, pero que pagan otros que no tienen la menor culpa, y también ante tanta mediocridad y sordidez política. En definitiva, las aventures del simple Nemorino nos harán pasar un buen rato.
Pero dejadme justificar el título de este escrito antes de que alguien me condene como hereje por mezclar una comedia ligera com ésta con obra tan sagrada como el Tristán e Isolda wagneriano. Pero, al fin i al cabo, tienen un claro hilo conductor en común: un elixir de amor.
De hecho, la ópera de Donizetti (33 anños anterior a la de Wagner) comienza hablando de la leyenda de Tristán e Isolda. Efectivamente, la protagonista femenina, Adina, canta la cavatina Della crudele Isotta, donde cuenta que Tristán está enamorado de Isolda, que lo rehuye, pero todo el problema se arregla con certo elisir d’amor, que nada más probar una gota ya hace que el amor se apodere del corazón de la dura Isolda. Y fueron felices y comieron perdices… Una historia, por cierto, bien diferente de la que Wagner llevó a escena, tan trágica y trascedente…
El relato de Adina causa un gran efecto en Nemorino, enamorado no correspondido de ella. Y como se trata de un joven bastante cortito, de pocas luces y un pelín bobo, se lo cree a pies juntillas y tan pronto llega al pueblo el charlatán de feria que se hace llamar Dottor Dulcamara, ve su oportunidad. Y así que pide a éste si Avreste voi per caso la bevanda amorosa della regina Isotta? (Tendríais vos por casualidad la poción de amor de la reina Isolda?). Y aquí, Dulcamara, más listo que el hambre, ve una nueva oportunidad de hacer negocios: no sólo lo tiene sino que, además, es el destilador del mismo. Venga, toma, una botella por un cequín. La verdad, según dice, es que es vino de Burdeos. Sin duda, del más barato.
Finalmente, después de una segunda tanda de elixir, éste, a los ojos de Nemorino, acaba haciendo efecto: Adina cede (porque realmente ya estaba enamorada, pero se hacía la dura con una filosofía de aversión al compromiso). Es más, todas las muchachas del pueblo van tras Nemorino, cosa que para él es la prueba irrefutble de las poderosas cualidades del bebedizo. En realidad, las muchachas, siempre interesadas, lo persiguen porque acaba de heredar una gran fotuna de su tío rico, cosa que él aún ignora. I como a Nemorino le da igual, ya que ha conseguido su objetivo, Dulcamara aprovecha para añadir a las virtudes de la poció que no sólo cura el mal de amores, sino que también hace ricos a los probres. Genial!
Tristán e Isolda es una leyenda medieval de origen celta y, óbviamente, no és la fuente del libreto de esta ópera de Donizetti, peró sí que constituye una referencia constante dentro de ella. El argumento, de Felice Romani, se basa en el libreto que el prolífico autor francés Eugène Scribe había escrito para la ópera del compositor, también francés, Daniel François Esprit Auber Le philtre, que se había estrenado poco antes en París. El texto de Scribe estaba basado, a su vez, en una obra italiana, Il filtro, de Silvio Malaperta.
L’elisir d’amore la defino como una ópera sin pretensiones. No nos plantea interrogantes filosóficos, sino que pretende tan sólo hacernos pasar un buen rato. Y ciertamente lo consigue. Un buen libreto y una música excelente, muy bella, de esas que todo el mundo recuerda al salir, ya que son melodías que quedan. Y, además, esta ópera disfruta del privilegio de contener la que podríamos afirmar que es el aria más célebre para tenor lírico-ligero: Una furtiva lagrima. ¿Quién no conoce esta aria? Llega bastante al final de la ópera pero no temáis, que hasta ese momento no os habréis aburrido ni un minuto, ya que es de esas músicas que, como dicen, no tiene desperdicio.
Enamoraos degustando el elixir de amor!
JORDI TORRENTS
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