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Óperas


LA TRAVIATA

LA TRAVIATA

Giuseppe Verdi
24/04/2013 - 12/05/2013

Ópera en tres actos (sobretitulada en catalán)

Texto de Francesco Maria Piave, basado en la adaptación teatral de la novela La dame aux camélias, de Alexandre Dumas (hijo)

Estrenada en el Teatro La Fenice (Venecia), el 6 de marzo de 1852



Representaciones Reparto Argumento Articulo

La acción tiene lugar en París y alrededores, hacia 1840

 

ACTO I

Un salón en casa de Violetta Valéry

El telón se alza durante una gran fiesta que se celebra en casa de Violetta Valéry, una cortesana. Llegan los invitados, entre los que se encuentra Gastone, vizconde de Letorières, que presenta un joven a Violetta. Se trata de Alfredo Germont que, según informa Gastone, es un admirador de la cortesana desde hace tiempo hasta el punto de haber preguntado cada día por su salud durante una reciente enfermedad de ella. Violetta se siente conmovida por la devoción de Alfredo. En el transcurso de la conversación Gastone sugiere que su amigo pronuncie un brindis para todos. En principio se resiste, pero cuando es Violetta quien lo puede, Alfredo se lanza a ello sin dudar (Libiamo ne’ lieti calici), cantando los placeres del vino y del amor.

De la sala contigua llega la música del baile. Violeta, de repente, se siente mal y tiene que sentarse para recuperarse un poco. Queda sola con Alfredo, el cual le advierte, preocupado, que la vida que lleva la matará y finalmente le declara su amor. Dice que ya hac eun año que está enamorado de ella y describe la felicidad que sintió la primera vez que la vio (Un dì felice, eterea). Ella le aconseja que la olvide pero, al mismo tiempo, toma una flor y le pide que vuelva en cuanto esté marchita. Lleno de alegría, Alfredo ve que esto quiere decir al día siguiente. Toma la flor y se va.

Violetta queda sola y con gran sopresa siente que la declaración de Alfredo le ha tocado la fibra (È strano! È strano!). Acto seguido expresa su deseo de amar y ser amada (Ah, fors’è lui), pero en seguida desecha estos pensamientos que considera una verdadera locura (Sempre libera), de manera que más vale continuar con esta vida de placer, como siempre. De lejos se oye la voz de Alfredo que la hace dudar un momento, pero ella sigue con su idea.

 

ACTO II

Escena primera

Una casa de campo cerca de París

Violetta y alfredo ya hace tres meses que viven juntos. El joven manifiesta la felicidad que ha vivido durante este tiempo (De’ miei bollenti spiriti). Entra Annina, la doncella de Violetta. Regresa de París donde su señora la ha enviado para vender alguna de sus posesiones para poder mantener el tren de vida que llevan. Alfredo queda muy sorprendido con la noticia y decide ir inmediatamente a París para poner remedio, reprochándose a si mismo no haberse dado cuenta antes (Oh mio rimorso! Oh infamia!).

Entra Violetta a quien Annian entrega una nota de su amiga Flora. La está invitando a una fiesta en su casa, hecho que despierta su total indiferencia. De repente llega un visitante: es Giorgio Germont, el padre de Alfredo. Éste viene para acusar a Violetta de llevar a su hijo a la ruina. Sólo cuando ve los papeles relativos a la venta de su hacienda Germont se da cuenta de que es ella quien mantiene a los dos. A pesar de estar convencido de que Violetta ama a su hijo quiere pedirle un sacrificio. Explica que tiene una hija y que si Alfredo no vuelve al seno de la familia la boda de la muchacha no podrá tener lugar (Pura siccome un angelo). De entrada Violetta lo malinterpreta y le dice que de acuerdo, que dejará Alfredo por una temporada, pero Germont quiere que la separación sea para siempre. Para reforzar sus argumentos, el viejo le dice que cuando el tiempo borre sus encantos quizá Alfredo se cansará de ella (Un dì, quando le veneri). Sus ruegos gradualmente vencen la resistencia de Violetta y finalmente ésta accede a realizar el gran sacrificio (Ah! Dite a la giovine sì bella e pura).

Cuando queda sola redacta rápidamente una nota para el Barón Douphol, su antiguo protector, pidiendo a Annina que la entregue. Seguidamente escribe una carta para Alfredo y nada más terminarla éste llega. Viendo la confusión de Violetta quiere saber la casa, pero está aún más preocupado por una nota que ha recibido de su padre. Violetta se arroja en los brazos de Alfredo y le fuega que la ame siempre.

Alfredo queda solo y un sirviente le dice que Violetta se ha ido con el carruaje. Al poco rato un mensajero entra con la nota que ha escrito Violetta donde informa a su amado que lo deja para volver a su antigua vida. Alfredo está hundido. Llega su padre que, para suavizar el golpe, le recuerda su hogar (Di Provenza il mar, il suol), pero no sirve de nada. Viendo la nota de Flora, Alfredo se va corriendo jurando venganza.

Escena segunda

Un salón en casa de Fora Bervoix, en París

La fiesta en casa de Flora está teniendo lugar. Tanto ella como el Doctor Grenvil están soprendidos porque Violetta y Alfredo se han separado. Un grupo de invitadas, disfrazadas de zíngaras, bromean mientras dicen la buenaventura (Noi siamo zingarelle). Gastone y unos cuantos invitados irrumpen en escena vestidos de toreros (Di Madride noi siam mattadori) y entretiene a la concurrencia con una historia de amor de un matador vizcaíno. Los invitados pasan a las mesas de juego.

Llega Alfredo y seguidamente lo hace Violetta, del brazo del Barón Douphol. Algredo gana diversas manos en el juego. El Barón, furioso por la actitud del joven, lo desafía a una partida. Alfredo continua afortunado en el juego. La cena es anunciada.

Violetta y Alfredo se reúnen y ella le siuplica que se vaya en seguida. Tiene miedo de una pelea con el Barón. Él, sin embargo, le dice que no tiene miedo. Finalmente acepta marcharse si ella viene con él, pero esto es imposible debido a la promesa que ella ha hecho. Violetta miente y le dice que ama al Barón. Alfredo, loco de rabia, convoca a todo el mundo. Delante de los invitados dice que Violetta se ha gastado su patrimonio par amantenerlo a él y que ha llegado el momento de pagarle las deudas. Toma un fajo de billetes y los arroja encima de Violetta, la cual se desmaya. Todos los invitados reprochan a Alfredo su actitud y llega también su padre, el cual desprecia el comportamiento del hijo (Di sprezzo degno se stesso rende). Calmado, Alfredo está lleno de remordimientos. Violetta, amorosamente, le dice que no puede llegar a comprender cuánto lo ama y lo que ha hecho por él (Alfredo, Alfredo, di questo core). El Barón aprovecha para desafiarlo a un duelo.

 

ACTO III

El dormitorio de Violetta

Violetta yace en la cama. Se está muriendo consumida por su enfermedad. Llegar el Doctor Grenvil, que intenta reconfortarla diciéndole que su convalescencia se acerca, pero cuando se va le dice a Annina que tan sólo le quedan unas horas de vida. Es Carnaval y Violetta decide dar a los pobres el poco dinero que le queda. Una vez sola, saca una carta de Giorgio Germont que lee en voz alta. Le explica en ella que Alfredo hirió al Barón en el duelo y que finalmente su amado, que se encuentra en el extranjero, ha sido informado de su sacrificio. Ambos, padre e hijo, vendrán para pedir su perdón. Violetta dice que es demasiado tarde y seguidamente dice adiós a los sueños del pasado (Addio del passato).

En la calle se oye una alegre comparsa de Carnaval (Largo al quadrupede). Alfredo entra corriendo en la habitación. Abraza a Violetta con pasión y le pide perdón. Violetta, olvidando por un momento la gravedad de su condición, hace planes con Alfredo para dejar París y empezar una nueva vida (Parigi, o cara, noi lasceremo). Violetta quiere ir a la iglesia para dar gracias por el retorno de Alfredo, pero en ese momento cae exhausta por el esfuerzo. La pobre mujer explota protestando por su destino (Ah, gran Dio! Morir sì giovine). Alfredo llora con ella.

Annina regresa con el Doctor y también llega Germont. Éste, lleno de remordimientos, abraza a Violetta. Consciente de que su final se acerca, Violetta da a Alfredo un retrato suyo en miniatura. Este objeto, dice, le recordará siempre a aquella que tanto lo amó. De repente, Violetta dice que ya no siente dolor y que las fuerzas regresan a su cuerpo. Sólo es un espejismo momentáneo ya que, seguidamente, se desploma y muere.



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