NORMA, LA DIVA DEL BEL CANTO
Casta Diva che inargenti / queste sacre antiche piante, / a noi volge il bel sembiante / senza nube e senza vel... Así empieza la celebèrrima aria Casta Diva, de la ópera Norma, letra de Felice Romani y música de Vincenzo Bellini. Se trata de una invocación a la diosa de la luna (la casta diosa) a cargo de la gran sacerdotisa Norma cuando está a punto de cortar el muérdago sagrado sobre el roble consagrado al dios Irminsul. Todo este ritual nos lleva muchos siglos atrás, hacia la época en que la Galia, la actual Francia, empezaba a ser dominada por la todopoderosa Roma.
¿Pero quién es Norma? Expliquémoslo. Recordaremos, para empezar, que los pueblos celtas se extendían, en tiempos inmemoriales, por buena parte del territorio europeo: las actuales Gran Bretaña, Irlanda y Francia, así como también el norte de la Península Ibérica. La casta sacerdotal de estos pueblos la constituían unos seres misteriosos llamados druidas. Los druidas eran los responsables de transmitir las tradiciones, siempre de forma oral, de la organización del culto, los sacrificios y oráculos, así como de los temas judiciales. Se dice también que practicaban sacrificios humanos o al menos es lo que propagaron los romanos, con Julio César a la cabeza. Si es verdad o era pura propaganda anti-gala, no lo sabemos ya que se conoce muy poco de estos oscuros personajes. Todas las fuentes existentes son ajenas a su propia cultura. Tampoco se sabe si las mujeres participaban de la cualidad de druidesas. Otro misterio. Pero… llega Norma.
Norma es la obra maestra de Vincenzo Bellini, compositor de carrera y vida muy cortas. El libreto de Felice Romani se basa en una tragedia francesa: Norma, ou l’infanticide, de Alexandre Soumet. La protagonista es la suma sacerdotisa druida de su tribu, originaria de la Galia. Ella, por lo que vemos, dirige la vida de la comunidad, como intermediaria e intérprete de la voluntad de los dioses. Así, por ejemplo, no habrá guerra con los romanos hasta que ella lo diga. Entre otras cosas, se supone que tiene que ser casta, como la diosa a la que invoca. Pero la carne es débil, ¿verdad? Y Norma ha sucumbido a las tentaciones, ni más ni menos que con el jefe de sus enemigos, el procónsul romano Pollione. Y han tenido dos hijos en común, que viven escondidos en el bosque. Un buen planteamiento para un buen drama: como tantos hombres, Pollione olvida la fidelidad y se dija en una novicia jovencita, Adalgisa, la cual desconoce la historia del romano con Norma. Cuando esta lo sabe, jura venganza. Primero, cual Medea, quiere matar a sus hijos (en el drama original, lo hace), pero, antes que nada, es madre y los deja vivir. La consumación de su venganza va más allá: tanto ella, como transgresora, como Pollione, como supremo enemigo, irán finalmente a la hoguera.
Y, musicalmente hablando, tenemos que decir que el papel de Norma es considerado como uno de los más difíciles de todo el repertorio para soprano, exigiendo un gran control de rango, flexibilidad y dinámica, todo ello en medio de un amplio abanico de emociones humanas diversas. La gran soprano alemana Lilli Lehman (1848-1929) llegó a decir que prefería cantar en una tarda las tres Brünnhildes de Wagner antes que una sola Norma, tal es el grado de exigencia de la heroína belliniana. Yo no puedo afirmarlo ni desmentirlo, pero lo dejo al criterio del público. Lo que sí puedo decir es que el papel de Norma me provoca una avalancha de emociones, envueltas en las más deliciosas melodías del repertorio.
JORDI TORRENTS.
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