L’ITALIANA IN ALGERI
La acción tiene lugar en Argel a principios del siglo XIX
ACTO PRIMERO
Escena primera
Un salón en el palacio del Bey de Argel
Elvira, esposa del Bey, acompañada por su esclava Zulma y los eunucos se lamenta de que su marido, el Bey Mustafà, ya no la ama. Los eunucos dicen que las mujeres han nacido para sufrir y no pueden oponerse a su destino (Serenate il mesto ciglio). Mustafà no quiere ni escucharla.
Lo que el Bey quiere es un nuevo desafío a su virilidad: quiere adquirir una fogosa mujer italiana y le pasa el encargo de encontrarla a Haly, capitán de los corsarios de Argel. Si no lo consigue, sufrirá las consecuencias.
Lindoro es un esclavo italiano del Bey que sueña tan solo con volver a su patria y a su amada Isabella (Languir per una bella). Los planes de Mustafà para él, sin embargo, son otros: dado que quiere deshacerse de Elvira ha pensado en casarla con el italiano. Con este motivo le pregunta si le gustaría casarse (no le dice con quien) y Lindoro pone todas las excusas posibles, pero Mustafà siempre encuentra una respuesta (Se inclinassi a prender moglie). La cosa queda aquí, de momento.
Escena segunda
Una playa de Argel
Ha habido un naufragio. Se trata de un buque italiano. Entre los náufragos se encuentra Isabella, que se ha embarcado a la búsqueda de su amado Lindoro, acompañada por Taddeo, un viejo que la pretende y no la deja ni un momento con la esperanza de poderse casar con ella. Víctima del desastre y rodeada de corsarios que saquean el botín, Isabella se lamenta de su mala suerte (Cruda sorte! Amor tiranno!).
La italiana, sin embargo, es una mujer valiente y de recursos, así que decide sacar partido de la situación. Dice que es italiana y que Taddeo es su tío. Haly está encantado: ya puede cumplir el imperioso encargo de Mustafà y toma prisioneros a los dos italianos. Cuando quedan solos, Isabella y Taddeo discuten, pero finalmente resuelven unir fuerzas para salir con bien de la situación (Ai capricci della sorte).
Escena tercera
De nuevo el palacio del Bey
Al conocer la noticia de la captura de la italiana, Mustafà exulta de alegría (Già d’insolito ardore). Para terminar de convencer a Lindoro le dice que si se casa con Elvira lo deja partir inmediatamente para Italia en un barco veneciano que està a punto de zarpar de Argel. Lindoro acepta. Da comienzo la gran escena final de acto (Viva, viva il flagel delle donne).
Entra Isabella y al ver el aspecto de Mustafà no puede reprimir las ganes de reírse, mientras que el Bey cae rendido ante la belleza de la muchacha. Los guardias conducen Taddeo ante el Bey de mala manera y éste ordena su ejecución inmediata. Isabella, sin embargo, lo salva diciendo que es su tío.
Acto seguido llegan Lindoro, Elvira y Zulma, con el propósito de despedirse de Mustafà (Pria di dividerci). Isabella y Lindoro, como no podía ser de otra manera, se reconocen al instante, pero disimulan. Isabella es informada de la situación generada por los planes de Mustafà y pone en marcha su astúcia: exige, de forma arrogante, que Elvira se quede con Mustafà y que Lindoro le sea entregada como esclavo personal, añadiendo que tendrá que enseñarle buenas maneras al Bey. Éste no sabe cómo reaccionar y, en un divertido final (Va sossopra il mio cervello), todo el mundo comenta la situación y admira la osadía de la italiana ante el feroz Mustafà.
ACTO SEGUNDO
Escena primera
Un salón del palacio
Elvira, Zulma, Haly y los eunucos comentan asombrados el cambio que ha experimentado el tiránico Mustafà, que se ha vuelto dócil al lado de Isabella (Uno stupido, uno stolto). Llega Mustafà que encarga a las mujeres llevar a Isabella el mensaje de que al cabo de media hora el Bey quiere tomar el café con ella.
Isabella y Lindoro quedan solos. Ella le reprocha que se quiera casar con Elvira, pero él la saca del error: todo es fingido con tal de ser libre. Entonces, deciden huir juntos. Lindoro expresa su felicidad por haber encontrado a su amada (Oh, come il cor di giubilo).
Mientras tanto, el asustadizo Taddeo es nombrado ‘kaimakan’ (lugarteniente) por parte de Mustafà, como gesto de reconocimiento hacia Isabella, su supuesta sobrina. Taddeo es revestido con los ropajes del cargo y, aunque a regañadientes, acepta para seguir la corriente al Bey y sobretodo para salvar la piel (Viva il grande Kaimakan... Ho un gran peso sulla testa).
Escena segunda
Las estancias de Isabella en el palacio
Isabella se está acicalando cuando le es comunicado el mensaje del café. Le dice a Elvira que ella también estará presente, aunque el Bey no esté de acuerdo, y ordena preparar café para tres. Después canta una dulce cavatina dirigida a su amado (Per lui che adoro). Mustafà, Taddeo y Lindoro la están espiando, pero solo éste último sabe quién es el verdadero destinatario de las palabras de la muchacha.
Mustafà llega con Taddeo y le dice que en un momento dado, cuando él estornude, tendrá que irse. Todo está a punto para tomar el café y Mustafà empieza a estornudar, pero Taddeo se hace el loco y hace como si no oyera nada. Entonces, Isabella hace entrar a Elvira para que se una al evento y la furia de Mustafà sube y sube por momentos. Isabella y Lindoro se burlan de los dos tontos, Mustafà y Taddeo, y acaba teniendo lugar un delirante quinteto en el cada uno expresa lo que siente (Ti presento di mia man... Sento un fremito).
Escena tercera
Otro salón del palacio
Haly no puede evitar alabar a las mujeres italianas, capaces de engatusar a elementos como Mustafà (Le femmine d’Italia). Cuando Haly se va aparecen Lindoro y Taddeo. Éste ya ha sido informado de los planes de fuga, aunque no conoce la verdadera identidad del otro italiano. Llega Mustafà, furioso por la actitud de Isabella. Lindoro intenta calmarlo y le explica que todo forma parte de las pruebas a las cuales le somete la muchacha para poderlo admitir como miembro de la orden italiana de los ‘pappataci’ (literalmente, ‘come y calla’, pero mejor expresado como ‘calzonazos’, hombre incapaz de ofrecer resistencia a las mujeres). Mustafà, halagado, aunque sin entender nada, pregunta qué es esto. La respuesta es que todos los italianos casados son ‘pappataci’ y que es una posición envidiable, ya que solo se dedican a comer, beber y dormir, aunque siempre tienen que callar (Pappataci! Che mai sento!).
Escena cuarta
Estancias del palacio que dan al mar
Isabella ha reunido a todos los esclavos italianos del Bey. Huirán todos juntos, guiados por Isabella (Amici, in ogni evento... Pensa alla patria), pero antes tendrán que representar sus papeles en la ceremonia de los ‘pappataci’.
Llega la comitiva de los ‘pappataci’, dispuesta para la ceremonia de admisión de Mustafà en tan ilustre orden (Dei Pappataci s’avanza il coro). Le cambian las ropas al Bey y éste es aleccionado por Isabella sobre sus nuevas obligaciones: su juramento lo obliga a comer, beber, dormir y callar sea cual sea la situación. Taddeo le toma juramento y, mientras tanto, para ponerlo a prueba, Isabella le hace carantoñas a Lindoro.
De entrada, a Mustafà le cuesta reprimirse, pero acaba tomando sus obligaciones a conciencia. Al fondo del escenario se ve llegar el barco que conducirá los fugados a Italia (Son l’aure seconde, son placide l’onde). Isabella y Lindoro se disponen a escapar y entonces Taddeo se da cuenta de quién es éste realmente e intenta llamar la atención de Mustafà sobre lo que está pasando. Pero éste, fiel y convencido ‘pappataci’, se dedica a comer y callar. Taddeo, siempre pragmático, decide pasar y unirse a la fuga. Elvira, Zulma y Haly también advierten a Mustafà (Mio signore... Mio marito) y, finalmente, éste se da cuenta de lo que está pasando y llama a los guardias, pero éstos han sido previamente emborrachados como parte del plan
Mustafà recapacita rápidamente y decide quedarse con Elvira y dejar marchar a los italianos, que se despiden con gran alegría. La lección ha sido aprendida: no más italianas, mujeres astutas que embrujan a los hombres.
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