UNA MUJER DE ESPÍRITU
Si hacemos un repaso por el amplio repertorio operístico, encontraremos todo tipo de heroínas. Las más fácilmente identificables por parte del gran público son, no lo dudo, las del romanticismo, mujeres atrapadas en ambientes hostiles que las superan y las llevan a la tragedia, teniendo que pagar en muchas ocasiones un precio muy alto, incluso el de sus propias vidas. Y algunas de ellas llegan al supremo sacrificio de morir voluntariamente por la felicidad del hombre al que aman que, en general, no se lo merece. Es el caso, por ejemplo, de Gilda (Rigoletto) y el de Liù (Turandot). Ofrecen la vida por hombres que no las aman.
Por otro lado, existe toda una saga de mujeres que son de otro tipo, mujeres fuertes y astutas que, sin muchas contemplaciones, son capaces de manipular y gobernar a hombres que se creen poderosos por el simple hecho de haber nacido machos. Esta gloriosa categoría de féminas, inaugurada con la Serpetta de La serva padrona de Pergolesi, suelen ser protagonistas de óperas cómicas. Argumentos no tan trascendentes como los de los dramas que pretenden presentarnos argumentos elevados y exquisitos sentimientos. Aquí, en cambio, entramos en la más prosaica (llamadle vulgar, si queréis) de la cotidianeidades. Nombres gloriosos de esta estirpe, podemos mencionar unos cuantos: Susanna (Le nozze di Figaro), Rosina (Il barbiere di Siviglia), Alice Ford y sus comadres (Falstaff), Donna Fiorilla (Il turco in Italia) y otras. Pero, a mi entender, la reina de esta larga lista de mujeres de espíritu, de estas furbe, como se las llama en italiano, no es otra que la gran Isabella, L’italiana in Algeri.
Isabella es tan valiente y decidida como para hacerse a la mar en busca de su amado Lindoro, perdido hace tiempo en un naufragio y que ahora es un esclavo del bey de Argel. Ella, a su vez, acaba naufragando también en Argel donde, causalidades del destino, encuentra a Lindoro y Mustafà, el bey, se enamora locamente de ella. Este Mustafà, il flagel delle donne (el flagelo de las mujeres), es el típico macho alfa, acostumbrado a que todo el mundo tiemble en su presencia y a que las mujeres le sirvan. Isabella, bien al contrario, se lo toma a broma, lo hace comer en su propia mano y organiza ella sola un plan de evasión para todos los italianos prisioneros en la corte argelina. Bravo Isabella!
No en vano, Haly, un personaje secundario de la ópera, el capitán de los corsarios de Argel, canta su arieta: Le femmine d’Italia / Son disinvolte e scaltre / E sanno più dell’altre / L’arte di farsi amar. / Nella galanteria / L’ingegno han raffinato, / E suol restar gabbato / Chi le vorrà gabbar. (Las mujeres de Italia / Son desenvueltas y astutas / Y conocen mejor que las otras / El arte de hacerse amar. / En la galantería / Han refinado el ingenio, / Y suele resultar engañado / Aquél que pretende engañarlas).
L’italiana in Algeri, ópera bufa en dos actos, con libreto de Angelo Anelli y música de Gioacchino Rossini, se estrenó en el Teatro San Benedetto de Venecia el 22 de mayo de 1813 (el mismo día en que Richard Wagner nacía en Leipzig). Rossini era entonces muy joven, sólo tenía 21 años. La ópera conoció un buen éxito y podemos decir que es la obra afirmaría el estilo único e inimitable de su compositor, con un sabio tratamiento de las voces, preciosas melodías y una intuición teatral superlativa.
Ya bien entrado el siglo XXI aún, por desgracia, leemos casi a diario en los periódicos horribles noticias sobre mujeres que pierden la vida a manos de sus parejas a causa de la llamada ‘violencia de género’ (en mi opinión, un puro eufemismo). Muchos hombres aún tienen el cerebro detenido en la época de Atapuerca y no conciben que la mujer sea un ser en pie de igualdad con ellos. También, en ciertas culturas foráneas vemos como la mujer continua siendo objeto de un proceso de cosificación e incluso de anulación. Por esto mismo, estimados lectores, demos la bienvenida a Isabella y a toda la panda y gritemos bien alto ‘vivan las mujeres!!!’, de Italia y de todas partes.
JORDI TORRENTS
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