DON CARLO: UN CÚMULO DE FALSEDADES
Jordi Torrents
La ópera Don Carlo, que los Amics de l’Òpera de Sabadell presentan este mes de febrero de 2018, fue compuesta por Verdi por encargo de la Ópera de París, con motivo de la Exposición Universal de 1867, con el título original de Don Carlos, en lengua francesa, y con la estructura exigida por lo que se conocía como la grand-opéra, que tanto gustaba al público francés y cuyo representante más genuino fue Meyerbeer, no un francés sino un alemán. Cinco actos, argumento pseudo-histórico, escenas de masas, ballets, coros… todos estos eran los elementos que la Ópera de París exigía a todos los compositores que tenían que estrenar alguna ópera allí. Y Verdi no fue una excepción. Su Don Carlos se estrení el 11 de marzo de 1867, en la entonces sede de la Ópera parisina, la Salle Le Peletier, por el nombre de la calle en que se encontraba, que sería destruida por un incendio el año 1873. La célebre Ópera Garnier, que aún podemos admirar hoy en día, se inauguró en 1875.
Muy pronto la ópera fue traducida al italiano como Don Carlo y la primera representación de esta versión tuvo lugar en el Covent Garden de Londres, en junio de 1867, y no sería hasta octubre del mismo año que se vería por primera vez en Italia, en el Teatro Comunale de Bologna. En años posteriores se estrenaría una revisión que comportó la supresión del primer acto. Esta versión, en cuatro actos, estrenada en La Scala el 10 de enero de 1884, es actualmente la más conocida y representada y es la que se verá en el Circuito Òpera a Catalunya.
El libreto de esta ópera tiene su fuente literaria en una obra del famoso dramaturgo alemán Friedrich von Schiller, uno de los iniciadores del romanticismo, Don Carlos, infante de España. De aquí resulta que todo lo que vemos en esta magnífica ópera no es más que un cúmulo de falsedades históricas, muy lejos de la realidad. Esto lo podemos ver analizando uno por uno los cuatro personajes históricos protagonistas del drama. El quinto, Rodrigo marqué de Posa, es ficticio.
Don Carlos de Austria, príncipe de Asturias (1545-1568) es presentado por Schiller y Verdi como un verdadero héroe altruista, preocupado por la situación de Flandes, por entonces bajo el yugo español y nada halagüeña. El príncipe, espoleado por su amigo Rodrigo, pretende hacerse con el poder en aquella región con el fin de gobernar de manera justa. Bien, todo muy idealista, muy fogoso y muy romántico, pero el verdadero Don Carlos era todo lo contrario de esto. Hijo primogénito de Felipe II y su primera esposa, y prima hermana, María Manuela de Portugal, ya de entrada su nacimiento costó la vida de su madre. Don Carlos era un ser con mala salud y deforme de cuerpo, de carácter cruel y excéntrico, su vida adulta fue un constante enfrentamiento con su padre, que lo tenía en poca consideración. Es cierto que, entre otras cosas, concibió la idea de escapar a Flandes. Al final, el padre hizo encerrar al hijo en sus estancias, donde acabaría muriendo, probablemente a causa de sus propios excesos (una huelga de hambre, por ejemplo), a los 23 años.
Isabel de Valois (1546-1568) fue la tercera esposa de Felipe II y la hija mayor del rey Enrique II de Francia y su esposa, la famosa Catalina de Medicis. Destinada en un principio a casarse con el Príncipe de Asturias, finalmente se casó con el padre. Razones de estado. Y aunque el marido le llevaba 19 años, parece ser que fue un matrimonio razonablemente feliz. La reina parió dos hijas y murió muy joven, con 22 años, el 3 de octubre de 1568 al abortar una tercera, menos de tres meses después de la muerte de Don Carlos. Isabel es la heroína romántica de la ópera, donde la vemos como verdadera y digna reina, rechazando el amor de su hijastro, aunque en verdad lo ama. Otra falsedad histórica.
Ana de Mendoza y de la Cerda, Princesa de Eboli (1540-1592), fue una noble española casada con Ruy Gómez de Silva (el mismo nombre que el malo de Ernani), portugués y ministro del rey. Mujer de gran belleza y muy inteligente, parece que, en un momento u otro, fue amante de Felipe II. Se mezcló en graves intrigas de la corte y cayó en desgraciada, siendo exiliada y encerrada por orden del rey en 1579. En la ópera la vemos también como una intrigante y muy enamorada del príncipe y es la reina Isabel la que la obligar a dejar la corte. Falso también, ya que cuando la Princesa de Eboli fue expulsada de la corte, Isabel de Valois ya llevaba unos años muerta.
Felipe II, Rey de España (1527-1598), es uno de los monarcas más famosos de la historia española, que presidió el momento álgido del poder imperial del país, primera potencia mundial en aquellos tiempos. Su reinado, sin embargo, está también marcado negativamente por la llamada ‘leyenda negra’, a la cual contribuyó, entre otras cosas, el caso del príncipe Don Carlos y su muerte un poco en extrañas circunstancias, así como la presencia asfixiante de la Inquisición en la sociedad española, hecho que suponía un claro freno al su desarrollo. En la ópera es retratado de una manera ambigua: obediente a la Inquisición, también desconfía de ella y previene a Rodrigo del Gran Inquisidor. Ante su hijo se encuentra dividido: por un lado, el padre, por otro, la razón de estado. Y a Isabel la ama y lamenta que ella no sienta lo mismo en una de las arias más monumentales y estremecedoras que produjo Verdi: “Ella giammai m’amò”.
En definitiva, Don Carlo, incluso en la versión en cuatro actos, es una ópera que lo tiene todo: personajes magistralmente dibujados y caracterizados, arias espléndidas, grandes coros, música inspiradísima y un dramatismo intenso que no deja a nadie indiferente. Vamos, pues, a disfrutar de este príncipe Don Carlo, aunque sea encima de un montón de mentiras.
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