“FALSTAFF”, EL EXTRAORDINARIO ADIÓS DE VERDI
Si en el mundo de la ópera ha habido una carrera larga ésta ha sido, sin duda, la de Giuseppe Verdi. Desde su primera ópera (“Oberto, Conte di San Bonifacio”, 1839) hasta la última (“Falstaff”, 1893) transcurre más de medio siglo. Prácticamente preside todo el siglo XIX y se le puede considerar el principal referente de la ópera italiana de este período.
La evolución del arte compositivo de Verdi fue notable a lo largo de su carrera, si bien implicó cierto conservadurismo, yo diría que obligado, en el primer tramo, para después irse abriendo, poco a poco y siempre que podía, a nuevos esquemas, nuevas maneras de componer, nueva música, sobretodo a partir del momento en que se pudo permitir crear óperas de manera más espaciada en el tiempo. Esto coincidió también con el momento en el que Wagner irradiaba su particular luz en el panorama musical europeo y, quieras que no, las influencias se extendían.
Sabido es que Verdi pensó en retirarse después del estreno de “Aida” (1871). Aún no había cumplido los sesenta años pero consideraba que ya lo había dicho todo. Pero muchos, con el editor Ricordi a la cabeza, que procuraba sobretodo por sus intereses económicos, pensaban que un talento tan grande se malgastaba en la inactividad y había que hacer alguna cosa para estimular a Verdi a crear de nuevo. Y así encontraron un cebo: William Shakespeare, tan reverenciado por el maestro italiano pero que tan solo en una ocasión (“Macbeth”, 1847) lo había podido adaptar para la escena operística. Y el encargado de hacer salir a Verdi del ostracismo fue otro genio: Arrigo Boito (1842-1918), compositor y literato, miembro otrora de los jóvenes rebeldes que conformaron el movimiento artístico de la scapigliatura, que adaptó como nadie las obras del genial inglés a los libretos operísticos. Y así, si obviamos una primera colaboración en la revisión de “Simon Boccanegra”, Boito y Verdi juntaron esfuerzos para crear una primera obra maestra: “Otello” (1887). Todo un esfuerzo para un compositor que se aproximaba a los 75 años, pero que aún guardaba energía en su interior. ¡Imaginaros si había de tenerla para componer una ópera como “Otello”!
Verdi, a medida que se acercaba a sus 80 años, sentía la necesidad de componer una comedia. Solo lo había intentado una vez (“Un giorno di regno”, 1840), con resultados bastante negativos. Sin duda, sus deseos respondían a quererse despedir del mundo musical de forma burlesca y socarrona, gastando una gran broma a todo el mundo (de esto va “Falstaff”, precisamente). Habló de ello con Boito y éste respondió presentando a Verdi el armazón de “Falstaff”. El maestro estuvo de acuerdo y se pusieron a trabajar codo con codo. No olvidéis que Verdi fue siempre un compositor intervencionista en los libretos.
“Falstaff” es, sin duda, una ópera bendecida por la mano de tres genios: Shakespeare, Boito y Verdi. El inglés creó el personaje, que aparece en las dos partes de “Enrique IV” como secundario, se comenta su muerte en “Enrique V” y es el protagonista de la extraordinaria comedia “Las alegres comadres de Windsor”. Sir John Falstaff ya viejo, muy gordo, fanfarrón, caradura y vividor, pero no está exento de cierta dignidad que hace que el público lo llegue a apreciar e, incluso, sienta piedad por las malas pasadas que le hacen vivir. Boito adaptó la comedia de Shakespeare y añadió también algún pasaje del “Enrique IV” y el resultado fue un libreto operístico esplèndido, con una letra llena de gracia, de dobles sentidos y sutilezas, de sonoridades, con un italiano riquísimo que se puede encontrar en bien pocas óperas. Y sobre esto Verdi hizo un trabajo realmente fuera de serie creando una música completamente diferente de lo que había hecho hasta entonces. Yo, personalmente, la primera vez que oí música de “Falstaff” no podía creer que fuera de Verdi. Me sonaba más a Richard Strauss. La verdad es que se trata de un estilo completamente personal pero que prefigura el futuro. Una música rabiosamente moderna para la época en que fue compuesta. La orquestación es brillante, no hay prácticamente arias ni números cerrados, la música fluye todo el tiempo. “Falstaff” es un compendio de la evolución musical de todo un siglo y la fuga final, que cantan todos los personajes a coro, es un brillante adiós musical por parte del gran Verdi. Ríe mejor quien ríe el último.
La composición de la ópera no fue rápida sino que ocupó un considerable espacio de tiempo. Más bien Verdi iba trabajando en ella en períodos cortos, intercalados con otros más largos de inactividad. Parece que, a pesar de la edad, no tenía prisa. En septiembre de 1891 la partitura estaba prácticamente acabada y un año más tarde lo estaba la orquestación. El estreno tuvo lugar en la Scala de Milán el 9 de febrero de 1893, prácticamente seis años después, día por día, del “Otello”. Verdi cumpliría la venerable edad de 80 años, extremadamente longeva para la época, el 10 de octubre siguiente.
El estreno de “Falstaff” tuvo lugar tan solo 8 días después del que fuera el primer gran éxito de Puccini, entonces un joven de 34 años, “Manon Lescaut”, en el Teatro Regio de Turín. Esta circunstancia creo que describe muy bien la transición entre el antiguo maestro y el nuevo. Verdi pasa el testigo a Puccini, el cual empezará a triunfar y llevará la ópera italiana aún más allá.
Giuseppe Verdi, el maestro de maestros, sobrevivió aún casi 8 años al estreno de su última ópera. Murió en Milán el 27 de enero de 1901, a la increíble edad, para la época, de 87 años y a los pocos días de iniciarse un siglo XX que ya no sería es suyo.
¡¡¡Viva Verdi!!!
JORDI TORRENTS
Miembro de la Junta de AAOS
Director, guionista y presentador del programa 'Parlem d'Òpera' en Radio Sabadell
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